La Ciencia de Materiales y el español

Juan Manuel Montes (20/07/2018)

La Ciencia e Ingeniería de los Materiales ha crecido con los aluviones de diferentes disciplinas, todas ellas de larga tradición: Metalurgia, Física y Química, entre otras. La concurrencia ha originado tensiones entre conceptos y terminología, que si bien se han resuelto con indudable acierto en la lengua inglesa, no han corrido la misma suerte en la lengua castellana. Aquí expondremos algunas consideraciones relativas a esta cuestión.

Materiales híbridos, compuestos y composites
Nombres de las celdillas metálicas
Intersticio y hueco
Fullerenos
Carbonenos
Interficie
Interfase
Subenfriamiento o sobrenfriamiento
Crecimiento y engrosamiento de grano
Temple y atemperación
Microsegregación
Preeutéctico
Maquinabilidad
Esfuerzo y tensión
Módulos elásticos
Límite elástico
Dureza
Resistencia máxima a la tracción
Dispersoide y precipitado
Whiskers
Intervalo prohibido
Velocidad térmica
Magnetorresistividad
Ruptura dieléctrica
Permisividad
Histéresis e histerético
Espín
Nombres de elementos químicos
Circón, circona y circonia
Kélvines y kelvins

MATERIALES HÍBRIDOS, COMPUESTOS Y COMPOSITES

El calificativo de compuesto, referido a un material, aunque extendido en castellano, tiene el inconveniente de que colisiona con el de compuesto químico, con el que nada tiene que ver. En ciencia esta polisemia debería evitarse, por lo que desde aquí recomendamos el empleo de las designaciones híbrido o composite. Estos dos términos serán aquí considerados como equivalentes, aun cuando el dominio del término híbrido pudiera ser más amplio. Algunos autores restringen el término híbrido a la combinación de materiales inorgánicos (cerámicos y metálicos) con materiales orgánicos (esto es, basados en carbono, como los poliméricos, pero también algunos moleculares). No seguiremos ese criterio estrictamente químico; aquí emplearemos el término híbrido en su sentido más amplio posible. Para evitar controversias, en el estudio de las propiedades de los materiales microscópicamente heterogéneos emplearemos la denominación de material multifásico, que está libre de ambigüedades y bajo la cual caben tanto los materiales híbridos, como otras mezclas que estrictamente no lo son: metálicos con metálicos, cerámicos con cerámicos, etc.

Según nuestro criterio la designación de material híbrido es claramente superior, ya que si bien una fina mezcla de ―por ejemplo― diferentes materiales cerámicos legítimamente podría ser considerada un «material compuesto», no podría considerarse un material híbrido, dado que no estaría constituida por materiales pertenecientes a diferentes familias. Por el contrario, el concepto de composite no entraña inconveniente alguno y puede ser tratado como sinónimo de «material híbrido». (Algunos autores, no obstante, complican innecesariamente, a nuestro juicio, el asunto y añaden artificiales condiciones a la definición; como, por ejemplo, la exigencia de que un material solo puede ser considerado híbrido si las distintas fases que lo conforman tienen tamaño nanométrico. Otros autores prefieren llamar a este tipo especial sencillamente como nanocomposites, que es también nuestro parecer. En algunos países latinoamericanos está extendido el uso del término composito ―tal vez por influencia del portugués―, que también cabe ser considerado un buen término.

NOMBRES DE LAS CELDILLAS METÁLICAS

En la bibliografía inglesa los acrónimos empleados (escritos indistintamente en mayúsculas o minúsculas) son BCC, de Body-Centered Cubic, FCC, de Face-Centered Cubic y HCP, de Hexagonal Close-Packed. Creemos innecesario el empleo de las siglas inglesas (aunque el alumno interesado en proseguir estudios en esta materia deberá conocerlas), siendo más natural emplear las siglas castellanizadas. Los traductores de los libros de texto en lengua inglesa, en general, suelen optar por traducir, pero han adoptado soluciones dispares que han sido fuente de gran confusión. La razón hay que buscarla en que la traducción directa de designaciones inglesas para las celdillas BCC y FCC da como resultado Cúbica Centrada en el Cuerpo y Cúbica Centrada en las Caras, expresiones cuyos acrónimos deberían ser en ambos casos, CCC. Para evitar la confusión, cada autor ha optado por una solución distinta. Creemos más conveniente adoptar las siguientes designaciones: CCI (de Cúbica Centrada en el Interior), CCC (de Cúbica Centrada en las Caras) y HC (Hexagonal Compacta), con lo que se evita así toda posible confusión.

INTERSTICIO Y HUECO

En la tradición metalurgista se han venido denominando huecos a los intersticios entre átomos (al espacio vacío que queda entre ellos). En principio, nada hay en contra de esta elección, salvo por el hecho, de que en la descripción de las propiedades eléctricas de los semiconductores aparece también el concepto de hueco, sin que tenga nada que ver con el anterior. En beneficio de la claridad, esta polisemia debería ser evitada en el lenguaje científico. La solución que nos parece más sensata consiste en llamar simplemente intersticios a los espacios vacíos interatómicos, respetando el término de hueco para el concepto electrónico, demasiado afincado para cambiarse. Se trata de un problema surgido en nuestra lengua, ausente en la inglesa (en inglés, los términos correspondientes son hole, por un lado, y site o interstice, por otro).

FULLERENOS

Estos materiales moleculares recibieron este nombre en honor al arquitecto R. Buckminster Fuller, inventor de la cúpula geodésica que recuerda al modelo de alambres de la buckybola. (El nombre de futboleno procede, lógicamente, de la semejanza con un balón de fútbol de su modelo de alambres.) Sin entrar en polémicas, el mérito que se le reconoce a Fuller quizás esté injustificado: la forma externa de la buckybola corresponde a uno de los llamados poliedros arquimedianos descritos por Arquímedes. Mucho tiempo después, ya en el siglo XVII, Johannes Kepler volvió a estudiar sus propiedades en su famoso libro Harmonices Mundi (Las armonías del mundo). Así que, quizás más honestamente, debieran haber sido llamados arquimedenos o keplerenos.

CARBONENOS

Desgraciadamente, no se ha acuñado ningún término que designe globalmente a todas las formas moleculares del carbono (grafeno, grafino, fullerenos, nanotubos de carbono). A falta de uno, y en línea con lo que parece ser la regla de formación de nombres que viene empleándose, nos permitimos sugerir el nombre de carbonenos, que cuenta con la raíz carbono y el sufijo eno, consolidado ya en los términos fullereno y grafeno.

INTERFICIE

Quizás le resulte novedoso el término interficie. En la bibliografía puede encontrar otros términos alternativos como intercara, interface o interfaz. Descartados los dos últimos (interface, por ser un anglicismo innecesario, e interfaz porque su uso está recomendado para el ámbito de la Informática), nos queda el término intercara. Nada hay en contra de este término, salvo la inconveniencia de no poseer una adjetivación automática (para lo que se recurre a menudo al adjetivo interfacial). El término que aquí proponemos, interficie, no solo es de uso frecuente en muchos países de habla hispana, sino que, además, tiene una forma adjetival inmediata: interficial. Aquí lo utilizaremos como sinónimo de frontera (fíjese que este término también tiene un adjetivo adecuado: fronterizo). Por tanto, no existe ninguna necesidad imperiosa de introducir nuevos términos, salvo la de emplear terminología más específica y evitar el empleo de otros términos más incómodos.

INTERFASE

Es bastante común, pero no demasiado correcto, denominar a la región de transición entre las dos fases (matriz y fibra) de un material híbrido (composite) como intercara, interficie o con el anglicismo interface. Estrictamente hablando una interficie o intercara es una región bidimensional (una superficie), en tanto que lo que designamos por interfase representa un volumen; el que media entre la matriz y la fibra, con propiedades características quizás diferentes. Por eso, resulta pertinente la distinción.

SUBENFRIAMIENTO O SOBRENFRIAMIENTO

Quizás nunca se haya parado a pensar sobre la cuestión que ahora le comentaré. A menudo, cuando nos enfrentamos a un nuevo concepto lo aceptamos sin más, sin pensar demasiado en su corrección o pertinencia. Denominamos grado de subenfriamiento al intervalo térmico que abarca desde la temperatura de fusión del material hasta la temperatura a la que ha sido enfriado el material (inferior a la de fusión). Subenfriar, por tanto, significa «enfriar por debajo de la temperatura de fusión». Probablemente, el concepto nos viene del inglés, donde se utiliza undercooling (subenfriamiento). Ahora bien, algunos autores, no sin falta de razones, defienden que sería más lógico en nuestro idioma hablar de sobreenfriamiento, es decir, «un enfriamiento más intenso que el necesario para descender hasta la temperatura de fusión». Así también parecen razonar los portugueses con su «sobrearrefecimento». Consideramos válidas cualquiera de las acepciones, bien entendido lo que representa. En cualquier caso, nos decantamos por los términos subenfriar y subenfriamiento, que parecen términos más extendidos.

CRECIMIENTO Y ENGROSAMIENTO DE GRANO

A menudo se encuentra confusión en libros en español con estos dos conceptos. El crecimiento de grano (en inglés, grain growth) es una de las dos etapas de las transformaciones de fases que transcurren mediante difusión (la otra etapa, es la de nucleación), en la que la nueva fase (sólida) crece a expensas de la fase original (por ejemplo, líquido) en tanto que transcurre la transformación de fase. En cambio, el engrosamiento de grano (en inglés, grain coarsening) se refiere al aumento de tamaño de los granos, una vez concluida la transformación de fase, y que tiene lugar por un mecanismo de anexión o sacrificio (los granos grandes se anexionan otros más pequeños colindantes, vía flujos difusivos, naturalmente). Se trata, por tanto, de dos procesos bien distintos que deberían diferenciarse. Como decimos, así se hace en inglés, pero en muchos libros de texto, traducidos al español de originales en inglés, no se ha respetado esta distinción, designando ambos procesos como «crecimiento de grano» y sembrando confusión. Es preferible, como hemos dicho, reservar la designación «crecimiento de grano» para el aumento del tamaño de los granos, cuando aún queda fase sin transformar.

TEMPLE Y ATEMPERACIÓN

En la literatura científico-técnica anglosajona, cuando se quiere indicar que un material se enfría bruscamente, sin más, se suele emplear el término quench. Al proceso de endurecer un material mediante un enfriamiento brusco lo denominan quench hardening (o simplemente hardening), lo que sería equivalente a nuestro término temple. Por otro lado, el término inglés temper constituye un auténtico «falso amigo», pues, contrariamente a lo que sugiere, no debe traducirse por temple, sino por revenido.

Aunque con frecuencia, se denomina temple a todo enfriamiento brusco (normalmente por inmersión en un medio líquido), preferimos denominar, en general, atemperaciones a dichos enfriamientos bruscos, reservando el término temple solo para «aquellas atemperaciones que conducen a endurecimiento por formación de estructura martensítica».

De esta manera, el enfriamiento brusco realizado en los aluminios buscando conseguir una solución sólida sobresaturada a temperatura ambiente debería ser denominado atemperación y nunca temple. En el mismo sentido también se ha sugerido el uso del término hipertemple, que no nos parece apropiado, sin embargo, por cuanto parece sugerir la idea de «un enfriamiento mucho más severo que un temple», lo que, en general, no se corresponde con la realidad.

MICROSEGREGACIÓN

El fenómeno caracterizado por la falta de homogeneidad, existencia de gradientes de composición, ocasionados durante rápidos enfriamientos (de no equilibrio), en los que los fenómenos difusivos resultan demasiado lentos para homogeneizar la solución sólida, se denomina en inglés coring. En español este término resulta difícil de traducir; coring alude a core (núcleo), por lo que viene a describir ―con ayuda de un poco de imaginación― una sucesión de núcleos concéntricos de distinta composición, que viene a ser la forma con la que habitualmente se representa este fenómeno de inequilibrio. Algunos autores han apostado por traducir como estratificación y también, aunque afortunadamente con poco éxito, como encebollamiento.

Dado que la esencia del fenómeno es la falta de homogeneidad en la composición, parece razonable adoptar el término microsegregación, que describe bien este matiz, y científicamente aceptable.

PREEUTÉCTICO

Preferimos denominar así a la fase sólida que se origina en el seno del líquido antes de que tenga lugar la transformación eutéctica. Es más común encontrar en la bibliografía el término proeutéctico (del inglés, proeutectic), con el mismo significado. Aunque en español el prefijo pro- tuvo, entre otros, el matiz de precedencia en el tiempo (como atestiguan los términos prólogo o procónsul, por ejemplo), lo cierto es que este es un matiz que parece haberse diluido. En la actualidad, el sentido de precedencia temporal lo otorga más claramente el prefijo pre-. Es por esto, que preferimos el término preeutéctico.

MAQUINABILIDAD

La maquinabilidad es la capacidad de un material para ser mecanizado, esto es, de ser «trabajado con máquinas», para darle forma. No se sorprenda; el término está aceptado por la RAE, que también acepta el término mecanizabilidad para el mismo concepto.

ESFUERZO Y TENSIÓN

Los términos esfuerzo y tensión (mecánicos) serán considerados en este texto como sinónimos. Algunos autores, sin embargo, matizan y restringen el término esfuerzo solo para referirse a las cargas macroscópicas, reservando el término tensión para las situaciones microscópicas. Como esta diferenciación no es seguida por todos, aquí optaremos por no sobrecargar con más acepciones el socorrido término de «tensión». En efecto, el término aparece en muy distintos contextos. Así, por ejemplo, hablamos de «tensión superficial», con dimensiones físicas de [fuerza / longitud], pero también de «tensión lineal», con dimensiones físicas de [fuerza]. Siendo consecuentes, para el concepto de esfuerzo deberíamos reclamar el de «tensión volumétrica», con las dimensiones requeridas de [fuerza / área], pero casi nadie utiliza tal denominación. En el contexto de las propiedades eléctricas, también se utiliza el término «tensión», como equivalente a la diferencia de potencial entre dos puntos. ¡Demasiadas tensiones! Así pues, aquí emplearemos preferentemente el término esfuerzo (stress, en inglés) frente al de tensión, aun cuando los consideremos equivalentes.

MÓDULOS ELÁSTICOS

En español, las constantes y módulos de elasticidad reciben múltiples nombres. La situación es más confortable en inglés, donde la aceptación de un puñado de términos parece unánime. Proponemos los siguientes nombres para los distintos módulos y constantes (en orden de preferencia):

E   Módulo de Young o módulo elástico de rigidez a la tracción. Suele abreviarse como módulo elástico. En la bibliografía en inglés es habitualmente denominado Young modulus.

G   Módulo elástico de cizalladura, módulo de cortadura o de corte, módulo de cizalladura, módulo elástico tangencial, módulo de elasticidad transversal, etc. En la bibliografía en inglés es habitualmente denominado shear modulus.

K   Módulo de compresión o módulo de rigidez a la compresión. En inglés aparece referido habitualmente como bulk modulus. (El inverso de este módulo se denomina coeficiente de compresibilidad o, simplemente, compresibilidad.)

v   Coeficiente de Poisson o razón de Poisson. En inglés, normalmente como Poisson’s ratio.

LÍMITE ELÁSTICO

Esta es la denominación habitual con la que suele denominarse al «esfuerzo en el límite elástico, esto es, en el punto que da paso al comportamiento plástico». Dicho de otro modo, se entiende habitualmente por límite elástico «la resistencia en el límite elástico». Se trata, desde luego, de una abreviación justificada solo por motivos de economía del lenguaje (la misma denominación también podría reclamarse, desde luego, para designar a la deformación en el límite elástico). Otros nombres utilizados en la bibliografía son los de resistencia a la cedencia o esfuerzo de cedencia, traducción directa de las expresiones inglesas yield strength o yield stress, respectivamente. Afortunadamente, la insólita nomenclatura introducida por la norma UNE-EN 10002-2001 del ensayo de tracción para metales, que denomina a esta magnitud como resistencia de prueba o resistencia dúctil, no ha gozado de mucha aceptación.

DUREZA

Las primeras definiciones de dureza (hardness, en inglés) se remontan al año 1900. Desde entonces, y desgraciadamente todavía hoy, la dureza se definió como el cociente entre la carga aplicada y el área total de la huella y no como el cociente entre la carga aplicada y el área proyectada de la huella sobre un plano perpendicular a la dirección de la carga, como sería más razonable. Fue Meyer, en el año 1908, quien primero advirtió la inconveniencia de esta definición, pero sin mucho éxito hasta el presente. Para mayor desatino, todavía hoy, la dureza se sigue expresando implícitamente en las trasnochadas unidades de kgf/mm2, y no en N/m2 = Pa, como sería deseable. Cabe mencionar, además, que una modalidad de dureza muy empleada en la industria, la llamada dureza Rockwell, basa su resultado no en el área de la huella provocada por el penetrador, sino en la profundidad alcanzada por este en el material.

En español, «endurecer un material» quiere decir literalmente «aumentar su dureza», aunque a menudo se quiere decir «aumentar su resistencia». Dado que existe una fuerte correlación entre dureza y resistencia (mecánicas), emplear términos distintos podría parecer querer buscar tres pies al gato. Pero en el lenguaje científico, dos conceptos diferentes, aunque puedan estar correlacionados, deberían tener nombres diferentes. Así ocurre en inglés, en donde se mantiene la diferencia, distinguiendo el término hardening (endurecimiento) de strengthening (fortalecimiento, aumento de su resistencia). No hay que acuñar ningún nuevo término; fortalecer un material quiere decir hacerlo más fuerte, más resistente.

RESISTENCIA MÁXIMA A LA TRACCIÓN

Esta es la expresión que ha de suponerse equivalente a la expresión inglesa Ultimate Tensile Strength, normalmente abreviada como UTS, o más simplificadamente, Tensile Strength, TS, que aparece en la bibliografía anglosajona. Del mismo modo, la resistencia a la rotura corresponde a la expresión inglesa Fracture Strength.

DISPERSOIDE Y PRECIPITADO

En el contexto de los mecanismos de endurecimiento, la bibliografía especializada suele distinguir entre partículas de precipitados o de dispersoides, dependiendo del origen de esas partículas. El nombre de dispersoide se presta a confusión porque invita a pensar que tal término designa a cualquier partícula dispersa en el seno de la matriz, sea cual sea el método por el que se formó. No es este, sin embargo, el sentido con el que habitualmente aparece en la bibliografía, donde el término dispersoide designa habitualmente una partícula insoluble en la matriz, aspecto que lo diferencia de una partícula de precipitado que sí puede redisolverse en ella. Dado que el efecto de endurecimiento que estas provocan no depende del modo en que estas se formaron, puede emplearse la denominación genérica de «partículas dispersas», en alusión a lo que algunos autores denominan «partículas de segunda fase», incluyendo bajo esta designación a cualquier tipo de partículas que se hallen distribuidas en el seno de una matriz, sea cual sea el origen de estas.

WHISKERS

En la bibliografía inglesa aparecen normalmente como whiskers, por su forma que recuerda a la de los pelos del bigote de ciertos animales. El término fibrícula se elige por semejanza con febrícula, cierta fiebre menor. No obstante, también aparecen designados en inglés como filaments o monofilaments (cuando se trata de un monocristal). La traducción al español, en este caso, podría ser directa: filamentos o monofilamentos. Pero hay otros contextos en los que estos términos ya han sido empleados, por lo que quizás sea preferible recurrir al nuevo término de febrícula, que evita cualquier ambigüedad.

INTERVALO PROHIBIDO

Esta es la forma habitual con la que aparece mencionado en la bibliografía española el concepto relativo a las bandas de energías que en inglés se denomina gap. Una traducción más directa por «brecha de energía», que también aparece en algunos textos. Sea cual sea la designación empleada, resulta extraño que en textos en español la variable que lo representa se siga designando como Eg, tal como se hace en inglés. Siendo consecuentes, las designaciones en español de estas variables deberían ser EIP o Eb.

VELOCIDAD TÉRMICA

En el contexto del modelo de Drude, por ejemplo, aparece el concepto de velocidad térmica. Atendiendo al modo de cálculo su nombre debería ser «velocidad cuadrática media radicada», que muy a menudo se simplifica a «velocidad cuadrática media». Esta última expresión, pese a estar muy extendida, no es del todo correcta puesto que, en rigor, el «valor cuadrático medio» de la velocidad debería ser   y no  , que es al que queremos referirnos. En inglés, la expresión habitual no deja lugar a dudas: Root Mean Square, que se abrevia comúnmente con las siglas RMS. La difícil traducción al español de ese último root ―que nosotros hemos resuelto con el calificativo radicada― es lo que probablemente ha ayudado a expandir esta incorrección.

MAGNETORRESISTIVIDAD

Este concepto aparece normalmente afectado de dos errores en los textos en español. El primero es que, presente tanto en la bibliografía inglesa como la española, es que, aunque inapropiadamente a nuestro juicio, el nombre más extendido es el de «magnetorresistencia», en lugar de magnetorresistividad. La misma incorrección está también en la lengua inglesa que emplea el término magnetoresistance en lugar del más apropiado magnetoresistivity. El segundo error, que solo está presente en español es que, por influencia inconsciente del inglés, el término aparece mal escrito (magnetoresistencia), con r en lugar de rr, como, a diferencia del inglés, exigen las normas ortográficas del español.

RUPTURA DIELÉCTRICA

O también disrupción dieléctrica. En inglés, aparece habitualmente como dielectric breakdown. Cualquiera de las dos expresiones en español sería aceptable. En algunos textos, no obstante, aparece denominado como «rotura dieléctrica», lo que ya no es tan correcto. Ciertamente, para nombrar la acción y efecto de romper o romperse existen dos sustantivos, rotura y ruptura, que no son intercambiables. De acuerdo con el «Diccionario Panhispánico de dudas» (RAE, 2005), cuando se trata de realidades materiales, se prefiere el uso de rotura, quedando el término ruptura, para designar el rompimiento de relaciones no materiales (como los vínculos entre las personas). Es por este matiz por lo que resulta más correcta la expresión ruptura dieléctrica en lugar de rotura dieléctrica, pues aunque este fenómeno pueda acarrear la degradación o destrucción física del material, no siempre ocurre así.

PERMISIVIDAD

En el contexto de las propiedades eléctricas, el término inglés permittivity se ha venido traduciendo de forma directa por el de «permitividad». El diccionario de la RAE recoge este término, pero también el de «permisividad», que en su tercera acepción resulta equivalente a «permitividad». El diccionario de la RAE dice así: «Permisividad: Cociente de dividir el desplazamiento eléctrico por la intensidad del campo». Por consiguiente, y en mi opinión, la entrada «permitividad» —pese a estar bien afincada en ámbito científico—, resulta innecesaria y redundante, y debiera ser desaconsejada en beneficio del término «permisividad», más utilizado en español.

HISTÉRESIS E HISTERÉTICO

El término histéresis designa a cualquier fenómeno por el que el estado de un material depende de su historia previa y se manifiesta por el retraso del efecto sobre la causa que lo produce. De hecho el término proviene del término griego que significa «retraso». La duda se produce al buscar el adjetivo adecuado: ¿Histérico? Obviamente, no. Histérico alude a histeria. El adjetivo que debemos emplear para evitar la ambigüedad es histerético. Este término no está recogido en el diccionario de la RAE.

ESPÍN

Resulta sorprendente comprobar cómo un término cuya grafía inglesa ―spin― demanda a gritos una sencilla modificación para que pueda incorporarse al español, sigue hoy día apareciendo en los libros de textos como spin o, todavía peor, como spín (con tilde). No hay razón que justifique el empleo de cualesquiera de estas dos formas, máxime cuando la traslación al español es tan sencilla y solo consiste en normalizar la grafía añadiendo una e inicial y aplicar las actuales normas ortográficas de acentuación. El resultado es el término espín (de género masculino), que está recogido en el diccionario de la RAE y cuyo plural, espines, se acoge con regularidad a las normas del número en castellano.

NOMBRES DE ELEMENTOS QUÍMICOS

El 28 de noviembre de 2016, representantes de la RAC (Real Academia de Ciencias), la RAE (Real Academia Española), la RSEQ (Real Sociedad Española de Química) y la Fundéu (Fundación del Español Urgente) se reunieron parad acordar los nombres y símbolos en español de los elementos aceptados por la IUPAC. Entre otros puntos, en esa reunión se acordó lo siguiente:

  1. Dar preferencia a la grafía zinc para el elemento de número atómico 30 y registrar cinc como variante, de acuerdo con el uso mayoritario. [Supone invertir la preferencia actual de la RAE. A día de hoy (27-07-2018) la entrada cinc frente a zinc sigue teniendo prioridad en el DRAE].
  2. Mantener la preferencia por la grafía kriptón para el elemento de número atómico 36 y registrar criptón como variante, de acuerdo con el uso mayoritario. [Supone invertir la preferencia actual de la RAE. A día de hoy (27-07-2018) la entrada criptón frente a kriptón sigue teniendo prioridad en el DRAE].
  3. Dar preferencia a la grafía circonio en el nombre del elemento de número atómico 40 y registrar zirconio como variante, de acuerdo con el uso mayoritario. [Así consta en el DRAE a 27-07-2018].
  4. Mantener la preferencia por la forma telurio como nombre del elemento de número atómico 52 y seguir registrando teluro como variante. [Así consta en el DRAE a 27-07-2018].
  5. Dar preferencia a la grafía yodo en el nombre del elemento de número atómico 53 y seguir registrando iodo como variante, de acuerdo con el uso mayoritario. [Así consta en el DRAE a 27-07-2018].
  6. Suprimir tantalio como variante de tántalo, único nombre que debe figurar para el elemento de número atómico 73. [A 27-07-2018 la entrada tantalio no solo no se ha suprimido, sino que sigue siendo preferente.]
  7. Dar como preferida la denominación wolframio (variante volframio) para el elemento químico de número atómico 74, a pesar de que el nombre establecido en inglés por la IUPAC sea tungsten (español tungsteno). La RSEQ reivindica esa denominación por estar basada en el nombre que le dieron quienes primero aislaron este elemento, los hermanos Delhuyar, químicos riojanos. [Así consta en el DRAE a 27-07-2018].

CIRCÓN, CIRCONA Y CIRCONIA

La circona no debe confundirse con el circón. La circona es el óxido de circonio(IV), ZrO2, mientras que el circón es el nesosilicato de circonio, Zr(SiO4). Los respectivos términos ingleses son zirconia (para la circona) y zircon (para el circón). Digamos por último que, por influjo del inglés, el término circona está siendo cada vez más desplazado por el de circonia, siguiendo así el paradigma de que los nombres de los óxidos terminan en –ia, y el de los elementos en –io.

KÉLVINES O KELVINS

Las dos formas son válidas: tanto «kélvines» como «kelvins» (siempre en minúsculas). Según las reglas de formación del plural, el plural debería ser terminado en «es», pero en las unidades de medida también es válido formar el plural solo con «s» En fundéu puedes encontrar comentarios en el mismo sentido aquí. En cualquier caso, de acuerdo con la RAE, lo que no es válido es la expresión «grados Kelvin», aunque sí «grados centígrados» o «grados Celsius». La unidad es el «kelvin» y no el «grado Kelvin».